José Luis González Deza se adentra con intensidad en la guerra civil en «Las lágrimas de la verdad»
2017/11/11 | EL PERIÓDICO DE ARAGÓN | Javier Lahoz
La razón principal que me lleva a disfrutar de Las lágrimas de la verdad es la recreación de momentos bien escritos y bien descritos, convertidos en imágenes creadas con el único objetivo de permanecer imborrables. Es esta una novela en la que se contrapone el bien al mal y en la que se dibujan retratos despiadados y bondadosos.
El autor, José Luis González Deza, historiador, ha elegido la Guerra Civil Española como escenario perfecto para que las personas, a las que pone voz y también a las que se la quita, den lo mejor o lo peor de sí mismas. En este caso, el contexto es una excusa para hablar de temas a los que una y otra vez es preciso volver. Sabido es que en las vivencias extremas cada uno se define sin tapujos y muestra hasta dónde es capaz de llegar. Son muchos, muchos los personajes que aparecen en este libro, creando un mosaico de aquellos que viven, sobreviven, malviven o se desviven según no tanto sus ideas, sino los impulsos, las emociones o los sentimientos que desprenden.
En la narración hay momentos espeluznantes, sí, de esos que estremecen, más aún sabiendo que no se encuentran tan lejos en el tiempo como podría parecer. La codicia y la avaricia se muestran en su máximo esplendor. La crueldad y la emoción se alternan y nos llevan a los lectores a comprender que la guerra física, la que vemos, es tan terrible como las que se hallan en el interior de muchos de sus protagonistas.
Y luego otros muchos personajes que incluso renuncian a su ideología para salvar vidas y actuar como verdaderos seres humanos. Para bien o para mal, sus diálogos, sus actitudes, sus órdenes, acaparan la atención de quienes les seguimos y perseguimos sin que nos permitan apenas pestañear. Cada capítulo podría ser una historia de principio a fin, un relato independiente que cautiva por el ritmo, la intensidad y el desenlace, que obliga a descansar para coger aire antes de reemprender el camino. Y en todo este proceso, el pasado no deja de cobrar forma y fondo.
La novela está ambientada en Aragón, más bien parajes del Alto Aragón principalmente. Había material más que suficiente dada la intensidad de lo vivido entonces en todo el territorio, y desde luego a pesar de tratarse de una obra de ficción hay una ingente labor de documentación y de referencias que resultan muy reconocibles.
Sin ir más lejos, el homenaje a Gumersindo de Estella, el fraile que se ocupó de la asistencia espiritual a los condenados a muerte en la prisión de Zaragoza, desde 1937 hasta 1941, y cuyas memorias, de gran valor testimonial para comprender mejor este periodo histórico, también están publicadas por Mira Editores. Es, sin duda, un hecho especial que ambos trabajos hayan aparecido en el mismo sello.
Las lágrimas de la verdad es una novela que nos invita a reflexionar sobre nosotros mismos. Sobre la fragilidad. Sobre los hechos pasados y los hechos presentes. Se ha escrito mucho sobre la Guerra Civil Española pero siempre queda la sensación de que hay todavía muchas historias que esperan a que alguien las rescate del olvido.
Las lágrimas de la verdad nos obliga a recordar episodios que a veces hemos escuchado en boca de otros, y hemos pensado que eso no iba con nosotros. Aquí resulta fácil hacerlos nuestros. El artífice de esta narración tan intensa ha dado vida a personajes, siempre retratados con detalles que les definen a la perfección, que jamás podrían pertenecer a otras novelas. Les ha dado identidad, y no importa que exista para ellos el riesgo de perderla, no hay impostores cuando la literatura se convierte en un lienzo que se puede recorrer con la palabra.