“Toda la vida es ahora. Y ahora, ahora es el momento de cumplir las promesas que nos hicimos. Porque ayer no lo hicimos, porque mañana es tarde. Ahora.”
2017/12 | SOMOS LITERA
Pocos como Antonio Machado han sabido extraer la verdad existencial de un deseo que se pospone por temor a la vida y sus conjuntos en el diccionario de Miguel Hernández. Valga está idea de entrada para valorar el ímpetu de José Luis González Deza: Él quería escribir un libro y ya lo tiene publicado. Ese texto es el preludio de una metáfora activa que vive por cambiar, o como poco por tener la posibilidad y decisión de renovar una vida; la del autor. JOSÉ LUIS GONZÁLEZ DEZA.
Las lágrimas de la verdad es el título de la primera novela del binefarense José Luis González Deza. Una opera prima contextualizada durante la Guerra Civil española y que resulta ser un análisis psicológico de la dualidad conexa del ser humano. No está mal para empezar. El autor lo describe como sigue: “Durante la Guerra Civil hubo personas capaces de dar lo mejor de sí mismos y también lo peor. La novela pone de manifiesto esas dos realidades con la creación de historias que se unen para después separarse. Se descubren personajes que, para alcanzar el poder, no tienen ningún escrúpulo en fomentar el odio o utilizar la traición, mientras otros, se esfuerzan en buscar espacios de convivencia, comunicándose a través del corazón y no de la razón, aunque sus creencias fueran antagónicas. Estos últimos se convierten en los verdaderos héroes del conflicto y entre este grupo de elegidos destaca Luis, un hombre que, por amor, se dejará seducir, atrapar y abrazar por las lágrimas de la verdad”. No son pocas las obras, ensayos o novelas, que nos remontan a uno de los episodios más crueles que ha vivido nuestro país en su historia. La obra de González Deza rezuma heroicidad anónima; sin grandes nombres, sin medallas, sin libros en su honor, sin… vidas que recuerden sus vidas: “Lo que intento es hablar de los héroes desconocidos. Toda aquella gente que fue muy valiente y no saldrán en los libros de historia. Aquellos hombres y mujeres que cuando tuvieron que decidir que debían hacer, tuvieron ese pequeño margen de libertad para que sus acciones no deshonraran su conciencia”. Historias que nos devuelven a la magnanimidad del ser humano en su expresión más excelsa, sin olvidar que lo hicieron en el límite de la vida.
El título de Las lágrimas de la verdad era de lo poco que tenía el autor a la hora de ponerse a escribir el libro que quería escribir. Un punto de partida que surgía en una noche inversa vivida en sus propias carnes: “El título salió una de esas noches oscuras que a veces nos autoimponemos. Es una metáfora sobre esas realidades paralelas que te acompañan durante muchos años, hasta que un día “despiertas” y te das cuenta de que todo ha sido un error. Que lo vivido hasta ese momento es una farsa que merece un cambio urgente. Todos hemos llorado las lágrimas de la verdad”. Con el título a cuestas y un final esbozado, pero no concretado, José Luis González Deza creyó conveniente salir del ritual de lo habitual que acompañaba sus días. Se hacía necesario parar, reflexionar e introducirse de lleno en la historia que quería escribir. Para ello, tomó rumbo al Pirineo, concretamente a Liri, localidad perteneciente al municipio de Castejón de Sos. Antes, y como paso previo e introspectivo, decidió andar el Camino de Santiago, desde Irún hasta la capital gallega. Días de pasos y pensamientos que desembocaron en una habitación de alquiler en Liri; como testigo activo, un ordenador dispuesto a recibir palabras, frases, capítulos y obra: “Creo en las causualidades y no en las casualidades. Cuando estás en el camino correcto, las cosas vienen solas. Y así sucedió con los dos meses que pasé en Liri, formando parte de los pocos habitantes que tiene el pueblo”. Primero allí, después otro tanto aquí y regreso al Pirineo para acabar su primer libro, ese que tanto quería escribir. Al final, quince meses de dedicación continuada hasta dar con el manuscrito de su primera obra. Después de no pocos kilómetros por las principales capitales españolas con el objetivo de encontrar una editorial interesada en publicar el libro, Mira Editores confió en el texto para hacerle un hueco en su catálogo zaragozano. El próximo 9 de diciembre, sábado, José Luis González Deza estará firmando libros en el stand dispuesto por su editorial en la Feria del Libro Aragonés (FLA) de Monzón.
Pero aquí no acaba todo. No. Más bien, ese libro y su historia forman parte de un mundo que el autor ha logrado derribar, y cuya mejor ilustración se advierte en Las lágrimas de la verdad.
González Deza es un tipo formado con dos carreras, ADE e Historia, que lo tenía casi todo, o eso asemejaba. Mientras acabó la primera (ADE) y se hizo con la segunda, ya tenía un lugar asegurado en la banca como subdirector de una notable plaza de la provincia. En el bucle de cada día, el hoy escritor y profesor, se sabía inconcluso, pero no veía el momento de poner pie en tierra: “Llevaba seis años en el banco y un día me pregunté si aquello me estaba haciendo feliz. A continuación me repregunte qué estaba haciendo allí, y más tarde me fui voluntariamente. Había hecho un edificio y no me gustaba. Me di cuenta de que no podía reformarse, y que había que tirarlo y partir de cero. En mi cabeza ya tenía claro que quería hacer…”. Él no hablaba de libro y sí de docencia; de hecho cursó un máster on line, durante un año, para dedicarse a dar clases de materias tan opuestas, teóricamente, como economía e historia. Eso de escribir quedaba para su particular círculo de borneo al pie de los Pirineos. Una vez demolido aquel edificio de la felicidad paralela, nacía la ilusión por hacer crecer la vertical de unos sueños que hablaban despiertos de enseñanza y literatura, no sin derramar esas lágrimas de la verdad que descongestionan la mirada. “Yo no voy a cambiar el mundo, pero sí que puedo intentar cambiar mi mundo. Ese es mi compromiso, esa es mi potestad”. González Deza siente el viento del cambio acarreado de Liri y aposentado en la cotidianidad de sus clases en el zaragozano colegio de San Agustín (Agustinos). Y piensa en el profesor que ya es mecido por la distancia de un banco y muchas cuentas de ahorro. Ya no queda libro que soñar en el atardecer de un arqueo cojo… porque él quería escribir un libro, y no será el único.